
Eloy Braese |

Inés Braese |
Cuál es su nombre
Mi nombre es Inés Braese, parte de los
fundadores, que fueron Fátima Braese, mi hermano
Eloy. Y bueno, estamos al pie del cañón. Con algunas
modificaciones, por supuesto como todo
emprendimiento que tiene que aggiornarse.
Disculpeme, pero a mí
me gustaría que me cuente cómo fueron esos orígenes,
cómo comenzó esta empresa familiar, dónde, en el
lugar que ahora estamos veo mucha historia… ¿Cómo se
les ocurrió una fábrica de chocolates?
La historia del chocolate en sí
comienza con que yo tenía acá, con mi hermano, un
quiosco muy grande, por que papá nos había mandado a
trabajar para que no nos quedemos como campesinas.
Su papá cómo se llamaba…
Heriberto Braese y mamá, Norberta
Garcés.
Bien
Bueno, cuando regresé definitivamente a
Esquel, con mi hermano pusimos un quiosco muy
grande. Eloy, mi hermano, hizo las modificaciones
para que yo pudiera tener las comodidades de
calefacción –que era a leña y a carbón en aquel
momento-…
¿Qué año hablamos?
1966. Le puso también agua corriente,
así que yo no necesitaba salir. A las 7 de la mañana
abría el negocio y a veces me iba a las 11 de la
noche y otras, Eloy me reemplazaba y se atendía todo
el día sin parar.
Se trabajó muy bien en esa época y
tanta era la venta del chocolate que el viajante me
dice un día “¿Por qué no hacen ustedes mismos el
chocolate?”
¿Qué tipo de chocolate vendían tanto?

Gustavo Heriberto Braese
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Todo el que era de uso comercial.
Teníamos todas las marcas y todo lo que había en el
mercado nacional lo vendíamos ahí.
El viajante me decía que vendíamos
tanto chocolate como los distribuidores.
Pero yo no tenía ni idea de cómo se
hacía. Y él me dijo que me mandaba las bases y un
poco para probar.
Ese viajante era de Suchard y fue quien
nos entusiasmó.
Nos mando las bases escritas y materia
prima, que son tabletas de chocolate industrial.
Como el entusiasmo siguió, me fui a
Buenos Aires, a Suchard y me dieron clases teóricas
y prácticas.
En ese momento había un profesor suizo
de Suchard, así que fue bárbaro poder asistir a sus
clases.
Volvió a Esquel muy afilada…
Sí, y con más entusiasmo. Así que con
mi cuñada empezamos a ensayar. Pero siempre nos
salía “un poquito mal”. No estábamos conformes.
Sabíamos que el gusto era bueno, que la
materia era buena, y Suchard en aquel momento era
privado (y no como ahora que pertenece a una
multinacional).
Siguieron ensayando…
Sí, pero en otra ocasión volví a Buenos
Aires y fui a Suchard. Y aquel mismo profesor me
pidió que le contara al detalle los pasos que
seguíamos para la preparación.
Cuando le conté, me dio soluciones para
todo lo que le plantee.
Así y todo estuvimos como un año
practicando hasta que nos satisfizo.
Para entonces mi hermana también se
vino del lago
De qué lago hablamos
Futalaufquen. Nosotros somos nacidos y
criados allá en Futalaufquen.
Pero con la fabricación, probábamos y
probábamos. A veces nos colmaba el desaliento pero
seguíamos.
Vendíamos todo lo que correspondía al
quiosco y también, lo que sacábamos bueno del
chocolate.
¿Qué les decía la gente?
Era novedad, porque acá se conocía
solamente el chocolate Bariloche. Pero dos cosas que
no me voy a olvidar nunca.
El día que pensábamos que estábamos en
condiciones de vender para la reventa, vimos dos o
tres negocios. En ese tiempo estaba la casa Lausen
aquí cerca, y nos compró varias cajitas. Teníamos
una caja verde que sentó precedentes, incluso por el
color.
Después fuimos más al centro y había un
quiosco que se llamaba El Principito y también me
dijo que llevara.
Y después fuimos a
otra casa que traía bombones de Bariloche y nos dijo
“Noo… yo
traigo de Bariloche…”
…despreciando…
¡Exactamente!
Y después fuimos a otra señora, cuñada
de mi hermano, que nos dijo que lo nuestro era muy
desprolijo
Esto tomó cabito en mi corazón… Pero
seguimos vendiendo.
Ya para entonces estábamos sin el
quiosco y solamente con el chocolate. Eloy vio la
posibilidad de que nos dedicáramos de lleno al
chocolate y fue bueno, porque ya no tuvimos que
compartir nuestro tiempo con el quiosco.
Así fue que nos asentamos como
elaboradores de chocolate artesanal.
O sea que ustedes fueron los primeros
en Esquel…
Somos pioneros en la chocolatería.
¿En qué ha cambiado ese chocolate de
aquella época al actual?
Al principio se hacían solamente las
tabletas con todos los ingredientes posibles. Nunca
hicimos copia de otras marcas o de otros
elaboradores. Nosotros inventábamos todo, creábamos.
Crecer
Exactamente, la creación es una de las
bases para el éxito personal
Y le daban personalidad al producto
Y poder competir. El competir fue la
línea más marcada en nosotros, y reconocida, por la
calidad.
Nosotros –y menos ahora que tenemos una
gran masa de clientes- cambiamos la calidad.
Al contrario. Nosotros le hicimos
alguna observación al proveedor porque encontrábamos
ciertas cosas que no nos gustaban. ¡Cómo sería ya
nuestro paladar que detectaba esas cuestiones!
¿Siempre fue Suchard?
Sí, sí. Para nosotros siempre fue y
sigue siendo. A pesar de que hoy día pertenece a
Kraft o algo así, la calidad de Suchard, aunque a
veces se desvió un poco, ha vuelto al camino de la
calidad.
Al buen sendero
(risas) Sí. Esa es una de las
cosas que el cliente lo nota enseguida. El cliente
es el mejor fiscal que tenemos.
Y hemos encontrado algunos detalles que
han hecho particular nuestro sabor en el chocolate.
No solamente al chocolate de leche, al cual le hemos
hecho esas modificaciones para bien, sino que ahora
tenemos la venta del chocolate semi-amargo y el
amargo.
El chocolate amargo acá tiene un 70% de
cacao y lo consumen, incluso, los diabéticos. Al no
tener ni tanta azúcar ni manteca lo pueden comer
también.
Según se dice es el más saludable de
todos los chocolates…
¡Exacto! Ahora, hace poco, me tocó
comer un chocolate amargo de Lynch y tiene el 81% de
cacao. Más amargo todavía.
¿Es para el gusto argentino?
No, todavía no. Es más para el gusto
europeo. Pero ahora también hay una tendencia del
europeo a comer el de leche, que es el más dulce.
Interviene Eloy
Lo que se ha modificado en Europa, por
ejemplo, que han reemplazado la manteca de cacao o
al aceite hidrogenado pero muy refinado que es lo
que usan acá para abaratar el producto pero no saben
cuánto hay que refinarlo. Así que están repartidas
las opiniones entre el aceite hidrogenado y la
manteca de cacao que es la que se agrega de acuerdo
a la dureza o el sabor del chocolate.
Ustedes ¿Qué usan?
Retoma Inés
Nosotros compramos ya la materia prima
para ya fundirla y hacer nuestro producto.
Que ya viene equilibrada…
Así es. Yo creo que son Dinamarca,
Bélgica y otro país que se decidieron por el aceite
hidrogenado. Pero yo lo he probado últimamente y se
nota pero para bien.
¿Como que potencia el sabor del cacao?
No, pero que al paladar le da una
suavidad especial, como que es más liviano.
Y ustedes ¿Qué presentaciones de
chocolates hacen? ¿Siguen con las barras?
Interviene Eloy
Bocaditos. Bocaditos de todos sabores.
Vamos inventando y uno ve qué es lo que le gusta al
cliente, y así vamos renovando de acuerdo a la
aceptación que tenga.
Pueden decirme cuántas variedades de
barritas elaboran en la actualidad
Sigue Eloy
De tabletas debe haber unas 15
variedades. Más varios bocaditos que tienen
distintos sabores, en base a fruta seca, fruta
tiernizada. Siempre frutas. Con eso le da un toque
especial a cada sabor.
Aparte, también, muy localista ¿no?
Ahora Inés
Es lo que iba a decir. Estamos usando
frutas regionales como arándanos, frambuesa, guinda…
¿Quiénes integran este emprendimiento?
La cabeza son ustedes, obviamente, y lo describen
con toda la pasión que se trasluce a través de la
palabra y la expresión. Pero ¿Quiénes más se
integran?
Ya tenemos la segunda generación que
sería dos sobrinos: uno político y el otro
no-político. Son los más entusiastas en esto.
¿Cómo comercializan sus productos?
¿solamente en Esquel o en otras partes?
La elaboración nuestra, al ser
artesanal, no nos da para competir.

Interviene Eloy
Acá el problema son los fletes. Por
ejemplo estamos mandando a Calafate, que tiene muy
buena aceptación, pero el flete sale casi tan caro
como el producto. También tenemos en Comodoro,
tenemos Trelew. Esos son los mejores propagandistas,
digamos. Así que la gente ya viene porque lo probó y
entonces, lo pide.
Retoma Inés
Hay una cosa, en la comercialización
tenemos la dificultad, no sólo del flete sino de las
rutas. Cuando sale nuestra mercadería, que es tan
delicada, los camiones serán más modernos y cómodos
pero la mercadería sufre mucho los embates de las
malas rutas.
No es un tema menor…
No, no, al contrario. Una vez nos
devolvieron todo un pedido porque había llegado muy
estropeado.
Interviene Eloy
Además ¡tardó un mes en llegar a
Córdoba! Para las fiestas… Dijimos: nunca más. Por
más bien embalado que va, sufre la temperatura, los
golpes, el maltrato. Estamos muy lejos de los
centros de consumidores.
Claro, pero me parece que la distancia
sería un tema “menor” si se tuvieran las rutas en
condiciones, si hubiera conectividad para poner
productos de un mercado a otro… Y con el chocolate,
que estudios recientes demuestran las virtudes que
tiene para con la salud humana. Y es delicioso
Retoma Inés
No solamente delicioso: es curativo. Yo
les recomiendo una tableta de chocolate amargo, se
las regalo cuando me dicen que no quieren porque
tienen un ataque al hígado. Y la tableta los va a
curar porque activa el metabolismo.
Tiene dos drogas el chocolate, como
todos los vegetales de Suramérica.
La primera descubierta fue la teogroma
que significa “alimento de los dioses”.
Y la otra droga está en la marihuana
también, así que vendemos drogas, pero buenas. (risas)
Me decía que ustedes son oriundos de
Futalaufquen… ¿cuéntenme un poco como fueron sus
padres, su niñez…?
Esa parte se la dejo un poco a mi
hermano.
Interviene Eloy
Papá nació en Alemania.
¿Dónde?
Interviene Inés
Él nació en Hale y tenían una granja en
el pequeño pueblo de Splau que es muy cerca de
Bittenberg.
Papá se llamaba Gustavo Heriberto
¿Y cuánto vino a la Argentina?
Interviene Eloy
El vino como grumete. Como toda gente
bien tenía que hacer el curso para llegar a ser el
almirante. Se embarcó a los 16 años. Cuando llegan a
Chile no sabían nada que había explotado la guerra
en 1914. Llegan a Chile y le toman el barco.
¿Cómo se llamaba el barco?
Pommer. Ahí no sabían qué hacer. El
capitán dio orden de que nadie podía bajar.
Estuvieron viviendo prácticamente un año a bordo.
Un día el cocinero, que era español, le
dice a papá “Yo me voy a ir” Papá le dijo que
se iba con él. Pero el cocinero arguyó que mi papá
era menor y que por tal pertenecía al capitan, que
él no lo podía llevar.
Pero tanto insistió e insistió que una
noche el cocinero agarró todos sus petates y papá lo
sigue.
Cruzan la cordillera a pie. Se llegan a
Mendoza. Ahí se separan. Papa comienza a buscar
trabajo y que le enseñen el idioma, porque no sabía
casi nada de castellano.
Por suerte encuentra una familia
alemana… Es muy larga la historia…
Cuéntemela porque me gusta…
(risas)
Bueno, en Mendoza trabajó un tiempito
en el campo, una granja, luego se va a San Luis y
trabaja en las minas.
Después que aprendió bastante del
trabajo a campo… ¡hasta de domador hizo!
¡Ah bueno! Un gaucho alemán
(risas)
Ya se estaba haciendo gaucho…
Retoma Inés
Trabajó en San Lúis, en la mina que fue
hipotecada por los norteamericanos y quedó sin
trabajo. Se fue a trabajar a una estancia de
alemanes, pero a los alemanes los tenían acosados
con esa finca en Mendoza…
Eloy
Un día, un señor andaba buscando gente
para llevar un arreo de mulas. Papá, decidido a
todo, ahí nomás se engancha a traer un arreo de
mulas desde San Luís a Esquel.
Inés
19 años tenía en ese momento.
Eloy
Lo contratan. Porque la mula se usaba
para hacer los viajes en carreta hasta Trelew y a
Jacobacci y a Río Gallegos. Mulas se necesitaban
muchas. Y estuvo trabajando con este señor, Luque.
Hasta que un día le ofrecen ir a
trabajar al lago Futalaufquen… (a la hermana)
Seguila vos…
Inés
Se fue a trabajar con la familia
Rosales que eran, en ese momento, muy fuertes como
terratenientes –no era todavía Parques Nacionales-.
Trabajó dos años ahí, con ellos y le pagaron con
vacas.
Así que se asoció con otros señores que
andaban buscando su rumbo. Fueron tres: un italiano,
mi papá y otro señor suizo. Trabajaron un tiempo
juntos, vendieron.
Lo primero fue buscar tierras. Y como
mi papá era el más joven le tocaba cocinar mientras
los otros buscaban lugares donde asentarse.
El italiano quería polenta, el suizo
papas. Y terminaron peleados por esa razón. (risas)
Los otros se fueron. Papá se quedó. Los
otros se fueron con el bote. Papá se hizo un rancho
y ahí está el origen…
Y pasan los años…
Y pasan los años y al otro lado del
lago hay una familia que va a poblar ese lugar. Papá
ve gente y cruza el lago con el bote que ya se había
hecho y fue a visitar a esa gente, a conocerlos.
Resultó que esa gente tenía chicas
casaderas y ahí encontró a su mujer.
Que se llamaba…
Norberta, Norberta Garcés. Y de ahí
descendemos nosotros. A los pocos años se casaron.
Mamá estaba por cumplir los 16 años cuando se
casaron y papá casi los 30.
De esa unión ¿Quiénes nacieron?
Ocho hijos
Eloy
Camilo, Ernesto, Eloy, Erasmo, Fátima,
Inés, Nelly y Jenny. Éramos 4 y 4.
Y vivimos allí hasta que llegó el
momento en que la producción casera no daba para
todos. Así que Camilo salió a trabajar; luego,
Ernesto; después salí yo a trabajar. Yo salí
distinto, me fui a Buenos Aires a los 17 años.
Estuve un año y me dije “esto no es para mí”
y me volví a mis pagos.
Había ingresado en Obras Sanitarias.
Estuve 31 años trabajando en O:S: hasta que me
jubilé.
Mientras me contaban pensaba que todos
volvieron a su terruño… y producen un producto que
tiene que ver con vuestro abuelo… No sé, pero nada
es casualidad.
Retoma Inés
Yo no me casé ni tuve hijos y, aparte,
fui la más andariega. Fui a conocer todos los pagos
de mi papá. Fui a conocer su casa, su ciudad.
Primero fui yo y después fue mi hermana, mi mamá y
yo. Después que ya había fallecido mi papá.
Ahí encontramos que nuestros abuelos
habían tenido una confitería de elaboración, masas.
Fuimos con mi primo, que vive allá, Bëkeray se
llamaba. Desde ese momento yo fui una asidua
visitante de Alemania. Tal es así que estoy recién
llegada de allá. Todavía tengo primos.
Interviene Eloy
Yo también viajé. A los 28 años me dije
que tenía que ir a conocer. Anduve tres meses
recorriendo.
¿Hablan alemán?
Yo no. Ella sí. Cuando me casé, fuimos
otra vez, un poco, a recorrer el mundo. Estamos
conformes y contentos de haber ampliado nuestros
conocimientos geográficos
Inés
…y encontrar esas raíces…
Les agradezco infinitamente este tiempo
para Revista Magazine…
Inés
Gracias a vos pero quiero que agregues
algo respecto de la fábrica de chocolate…
Sí, por supuesto
Una mención muy especial a Titi, la
esposa de él (señala a Eloy) que fue la que
nos acompañó durante 20 años. Fue, realmente, otra
batalladora increíble.
Otro cerebro de la organización.
Ella se ponía siempre en un segundo
plano, Pero en cuanto a lo que hacía… ¡Hasta forraba
cajas para la venta de los bombones!
Buen recuerdo…

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